25/2/10

DÍA NEGRO

Mi llegada al periódico fue por el pasadizo, para no ver a nadie y que nadie haga que mi cabeza explote como una granada. Abrí la puerta con la llave que me había dado Pedro el conserje y vi las miradas escrutadoras de todos mis compañeros, esperando mi entrada para lanzarse en picado hacia mí. Cerré de nuevo y me fui. Me lo jugué a los chinos conmigo mismo, iría al bar de Paco y después al de Ángel para rebajar el resacón. O quizás para cogerme otra turca en menos de veinticuatro horas. Por lo visto, ser el director de un periódico significaba ser un borracho empedernido o al menos serlo en funciones.


-Hola Manolo –Paco no había terminado de decir mi nombre cuando depositó el vaso en la barra y se giró para agarrar la botella de JB-. Tu conserje te anda buscando.

-Voy a tener que dejar de parar aquí si quiero estar tranquilo.

-Qué mal te sientan los cargos. Vas por ahí dándote un pisto de aúpa.

-Déjalo en chistorra.

Marchó para la parte de atrás del bar, donde tiene sus botellas especiales de orujo que le mandan de su casa del pueblo, a beber sosegado pero de continuo. Le pegué un trago al güisqui y miré las imágenes de televisión. Estaban echando imágenes de Justo, ese Justo amigo, mano derecha que nunca deja de hacerte favores. Di por concluido mi periplo a los bares con otro trago amargo. Casi vacío la copa. Le dejo un billete de veinte euros y le oigo decir algo de las luces de puti-club.

-Don Manuel, don Manuel…

-Manolo.

-Vale, don Manolo. Venga, en mi cuarto de conserjería hay algo que debe de ver.



-Cómo anda hoy el patio –me dijo Cepeda al oír cagarme en todos los santos y vírgenes de aquí a Pekín. No podía aguantar más. Le dije que me iba a marchar a Río de Janeiro y no me encontrarían ni en la otra vida- Rosita seguro que lo encontraría, conoce a mucho maricón por allí.

-No me dio por ese palo de momento.

-Usted se lo pierde.

Le enseñé la colección de chaquetas que había depositadas en la mesa de Pedro. Dijo si estaba de broma, que qué era eso. Entonces le enseñé la nota que estaba en la silla del conserje. Decía: “A por la cuarta víctima. Aquí les dejo una pista, para que el director sepa que soy un artista”. Cuatro víctimas y cuatro chaquetas, si no nos habíamos olvidado de contar. Y la cuarta chaqueta era la que había depositado Alejandro en la percha aquella mañana. El reportero estaba encerrado en mi despacho, rodeado de los mayores armarios de la redacción, que da la casualidad que no eran los de deportes, y medio hundido, qué medio hundido, hundido completo. Guardó la nota para buscar huellas y saber desde que ordenador la habían escrito. Le quité la sonrisa de la boca. Le informé que la nota salió por nuestra impresora central y no se sabía el ordenador desde el que se mandó. Huellas encontraría muchas, casi toda la redacción pasaba por allí. No le quedaba otra que hablar con Alejandro, si era que al fin podía balbucear algo.

-Vamos a ver, chaval. No me creo que ese hijo de puta te haya escogido por casualidad.

-Nnnnoo seee.

-Tienes cara de culpable de algo, así que dímelo o te mato yo antes que lo haga ese canalla.

-Cepeda, no me sea bruto. El chaval está muy nervioso –le espeté.

-¡Nervioso! Éste lo que está es acojonado. O me lo dice a mí o le mata ese bastardo.

Con paciencia le hice contar a Alejandro que Justo le había mandado acercarle un sobre. En un principio no lo había abierto, pero después de algunos cagamentos de Cepeda contó que lo había mirado levemente, tan levemente que había visto unas fotocopias de tres pruebas de paternidad. Cepeda hizo su gesto de éxito y mando a sus esbirros que acompañaran a Alejandro a comisaría, allí le darían protección. Intervine de inmediato, he hice que le acompañaran Jengibre y Manu Sancero para que el chaval estuviera más relajado.

Mi móvil sonó. Me llamó el abogado. Se me había pasado la lectura del testamento. Tendría que coger un taxi e ir para allá. Me puse mi chaqueta y salí. Por la calle pasaba una manifestación. De pronto se oyó un disparo. Otro. La gente empezó a gritar. Corrían como locos. Aquello se parecía a los mejores tiempos de la dictadura. Mi camisa empezó a echar sangre a borbotones. Mis ojos dejaron de parpadear.

     TÚ DECIDES    

En la lectura del testamento algo se está leyendo en estos momentos:

A.- La ex mujer del señor don Antonio del Pino y Anzueta nunca había estado casada con él porque tenía ya un esposo antes de su boda, y todavía hoy en día lo tenía.

B.- Los hijos eran de un matrimonio anterior de su ex mujer y el señor don Antonio del Pino y Anzueta los había desheredado.

C.- El notario tenía unas pruebas de paternidad que demostraban que los tres no eran hijos del señor don Antonio del Pino y Anzueta.

Vaya, este terceto tiene pinta de ser niños pijos sin un pijo de pasta. ¿Cómo? Tú decides.

4 comentarios:

  1. Hola, buenas noches.

    ¡¡¡Esto esta cada vez más interesante!!!
    Me ha gustado mucho este capítulo. Te estás superando con cada entrega.

    Sobre la elección de hoy. Yo me inclino por la C. Creo que es la línea mas coherente.

    Besitos de jengibre.

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  2. Hola,Jengibre. Espera al próximo capítulo, creo que algo nuevo va a suceder. De momento me cayo. Tomo nota de tu elección y te envío buenas vibraciones para que sanes pronto.

    Blogsaludos

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  3. Adivín, acabo de llegar hasta tu blog y me gustó la idea de que el lector sea el que decide el final de los relatos. Me pareció muy original! Yo elijo la A y te felicito por el blog. Un abrazo

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  4. Gracias Martín, tomo nota de tu decisión que pone la cosa muy interesante. Gracias por tu visita y entra cuando quieras.
    Blogsaludos.

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