18/5/15

TIEMPO DE ABUELOS


Apenas abierto el coche, todo mi ser se llenaba del olor a lavanda y el sonido del viento del sur. Después, me quedaba quieto un instante para absorber retazos de veranos pasados, esperando con ello recobrar la ilusión de mis ansiadas llegadas precedentes. Mi abuela salía en mi búsqueda mientras mis padres sacaban del portaequipajes mis maletas, saludaban cortésmente y se marchaban con la excusa de sus trabajos tempranos.
-Corre, que abuelo te espera en el estudio.

Mi abuelo, el rey de las palabras, adornaba las páginas del ordenador de belleza medida al dedillo.  Su sonoro beso se mezclaba con el recitado fragoroso de aquel poema que escribió con mi nombre la primera vez que pise la casa. Los ojos me repasaban de cabo a rabo, con esa sonrisa tras la cual se escondía el cariño, la sabiduría de la edad que intentaba transmitirse como una caricia. Entonces salíamos de su estudio de la mano, dirigíamos nuestros pasos hacia las escaleras y subíamos sabiendo que el tiempo no existía entre nosotros, sólo las palabras eran capaces de medir nuestros instantes. Abuela estaba desocupando mis maletas y nosotros la ayudábamos.
Había empezado, como otros años, la felicidad sin parangón.

 

Todos los días, después del desayuno, mi abuela preparaba los bocadillos para irnos a la playa fluvial de Villapalofrío. Esperábamos ansiosos a que sonara el timbre de la cancela que tocaban nuestros vecinos de arriba de la colina para iniciar juntos la marcha alegre hacia el refresco del verano. Antes, le daba un beso al abuelo, que cuidaba con esmero aquellas flores azul-violáceas que llenaban el jardín de un aroma celestial, y le decía adiós con la mano. Comenzaba así, sin paliativos, mi juego con los niños amigos del vecindario que hacíamos del camino una suerte de andanzas. Llegábamos a la playa fluvial y no perdíamos ni un segundo en meternos en el agua. No sé para qué habían gastado tanto dinero con la arena que descansaba al lado del río, nosotros apenas le dábamos uso. Nada más salíamos del agua para comer o explorar los alrededores del pueblo en busca de aventuras piratas que nos alejaran de todo aburrimiento.
Aquel año habían venido unos veraneantes nuevos muy remilgados que tenían a un llorica por hijo y, para más inri,  nos obligaban a soportarlo. Nos escapábamos de él a cada segundo para poder ponernos nuestros garfios y patas de palo sin que sus continuas protestas nos hundieran el barco de aventuras.

-Javi, sé bueno y juega con el niño. Hazlo por tu abuela –me decía implorante mi adorada yaya a sabiendas que por la tarde-noche mi abuelo me premiaba con algún improperio sobre el niño de marras.
Un día, sin maldad alguna, nos metimos en el río y comenzamos a nadar para la zona más profunda. El repipi nos amenazó con ir a contárselo a los mayores. Todos a una, lo agarramos por piernas y brazos y lo metimos más allá de las profundidades exploradas. Aprendimos que apenas sabía nadar, que sus padres aún lo hacían peor y que los socorristas tenían muy malas pulgas cuando los niños hacíamos, según ellos, gamberradas. Desde entonces, solían ponerse alejados de nosotros, levantándose así la veda pirata y regresando de nuevo la alegría.

 

A media tarde, tornaba al santuario de mi abuelo donde nada más nos recordaba el tiempo un reloj de pared que marcaba las horas. Me sentaba a su mesa sosegado y escribía sin cesar cuentos y cuentos que él me enseñaba a redondear. Mientras tanto, la abuela, en otro cuarto, dejaba que su trabajo de pintora derramara color por lienzos infinitos.
Rara era la tarde que no empezáramos nuestra sesión de escritura contándole lo que hiciera el pejigueras ese día y mi abuelo fantaseara con lo sucedido dándole el peso de aventura sin igual. Entrados ya en ese mundo mágico, yo escribía y escribía acerca de esa pandilla pirata que huía siempre de su enemigo acérrimo que intentaba hundirles la última picia ideada. A cada poco le arreaba un codazo a mi abuelo para que leyera mi ocurrencia postrera. Sus risas me indicaban que le gustaban las ideas pero siempre tenía algún pero que mejoraba mi historia.

Aquella tarde fue especial. Le dije al abuelo que no le iba a contar nada de la criatura, que lo iba a escribir para que él lo leyera. Trabajé y trabajé sin cansarme lo más mínimo, la aventura iba saliendo poco a poco. Hasta que llegó ese punto y final que me obligaba a enseñársela a mi abuelo. Vi como la leía sin apenas mandarme hacer mejoras. Nunca corregí esos pequeños detalles con tanta felicidad. Mientras lo hacía, mi abuelo quedó en un duermevela de los que él tanto escribía. Yo no avanzaba en los arreglos del texto si no salía una sonrisa de mis labios o un aja de mi boca. Estaba seguro que aquella iba a ser mi primera historia publicada, mi futuro.

 

Acabé cuando el viento sur se había retirado de la colina y había dado paso a una llovizna menuda traída por el viento del norte.
-Abuelo, abuelo, ya he terminado… Abuelo…

El reloj de pared había detenido el tiempo. Su sonido al dar las horas se había sumado a un silencio perpetuo.



Se aproxima el final de ciclo. El lunes próximo, 25 de mayo, este blog dejará de publicarse por el momento ya que su autor se dispone a escribir una novela que le va a llevar mucho tiempo. No os perdáis ese final, va a ser con una poesía que seguro os encandilará. Hasta entonces, saludos literarios.


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22 comentarios:

  1. Aayyy, esas casas en el campo, esos abuelos... te leo el 25 y te voy deseando suerte.
    Un saludo

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    1. Hola Ana, los que hemos nacido en pueblos y de pequeños nos plantaron en la ciudad, tenemos como una deuda pendiente con esos lugares cercanos. Te veo el 25. Saludos.

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  2. Me enganchó la historia de este niño travieso,quizás, futuro escritor.
    Tal cual, así es la vida de los niños, un poquitín crueles con otros niños.
    Pues muchos ánimos para llevar a cabo esa novela, Nel.
    Un abrazo.

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    1. Hola Ohma, los niños son crueles con otros niños pero creo que los adultos se lo enseñamos y se lo impregnamos en sus corazones. Como maestro, he de decir que los adultos somos responsables de muchos defectos de los niños.
      La novela es una necesidad, un brújula que me lleva a nuevos horizontes tan necesarios en mi vida. Saludos.

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  3. Como recuerdo esos escasos momentos de mi niñez, pues yo no tenía ese pueblo de mis abuelos donde ir avisitarlos. Pero he saboreado noches o días sueltos en contextos muy parecidos como campamentos de verano o cosas así. Donde te empezaba a gustar alguna chica, aunque demasiado temprano para decir nada, claro. Como añoro esos años de felicidad sin límites. Te deseo lo mejor en esa novela +Nel Morán. Bonito recuerdo.

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    1. Hola Richy, el escritor tiene la capacidad de recordar vidas ajenas lejanas de sus vivencias. Muchas veces tienen que escribir bien de algo con lo que no estás de acuerdo, ahí está nuestro oficio. Sin embargo, esta historia me ha ido llenando acorde la iba escribiendo. Gracias por tus deseos y saludos.

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  4. Bien por los abuelos. La novela será una delicia, así que desde ya te envío mi enhorabuena, cuanto menos por ponerte a ello. Sin duda será para desear leerla

    Un abrazo y espero al 25.

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    1. Hola Albada, tengo la casa llena de ideas y las voy colocando en mi memoria poco a poco. En junio comienzo a colocar los andamios, escribiendo la vida de los personajes principales hasta dar con el narrador o narradores, ya que no descarto que sea una novela coral. Te espero el 25, hasta entonces, saludos.

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  5. Nel, me ha gustado este relato. Esas travesuras veraniegas me recuerdan mi infancia, sobre todo por la escena del río, un lugar donde todos los niños de pueblo hemos vivido episodios inolvidables.

    Deseo que tu novela llegue a buen término, que disfrutes escribiéndola y luego, nosotros, leyéndola.

    Un abrazo.

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    1. Hola Fanny, vivo en una ciudad de mar pero mi pueblo es del interior de Asturies y en él se cruza el rio Trubia (que da nombre al pueblo) con el Nalón (el más caudaloso de mi tierra). Al lado del río ha crecido mi vida hasta los siete años y es algo que nunca olvido.
      Voy a disfrutar, necesito disfrutarla y vivirla poco a poco, tal como se disfruta el café por la mañana o un buen sueño por la noche. Veremos a ver que nos depara. Te espero el 25, hasta entonces, saludos.

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  6. Donde hay un abuelo hay sueños infinitos. Hasta el 25 !!

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    1. Hola Trimbolera, los abuelos son la sal de la vida. Un buen abuelo hace que te sepa a gloria, pero un mal abuelo te la llena de vacío. Mi adoración a los buenos abuelos entre los que te encuentras. Hasta el 25, saludos.

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  7. Entrañable,por mis propios recuerdos,y las sensaciones que tengo ahora como abuela!

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    1. Hola Lunaroja, adoro esas sensaciones inacabables entre abuelos y nietos, su intercambio de cariño que a veces es capaz de lograr una eterna amistad. Te deseo lo mejor en esa relación especial, que la disfrutes. Hasta el 25, saludos.

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  8. Relato en el que sospecho que hay mucha realidad y poca ficción. A mí me has llevado a esas mismas aventuras en el río Tajo, o los veranos en Guisando. Tengo que reconocer que no disfruté de los abuelos como tu protagonista, quizás porque éramos demasiados nietos. En fin, que veo que los chavales de aquellas época sobrevivimos a muchas batallas. Veo que es la hora de que aquél chiquillo escriba su novela. Esperamos poderte leer pronto.

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    1. Hola Ximens, la idea me llegó con mi madre que ha sido la abuelaza de sus nietos, que los quiere con locura y que es poco darles todo lo que necesiten. Luego, el resto, se lo debo a la imaginación y a algún que otro recuerdo de mi pueblo de origen, Trubia, donde he vivido hasta los siete años. También mi experiencia como maestro se deja escapar entre los personajes infantiles que no serían los que son sino fuera por aquella etapa de mi vida.
      En junio empiezo la aventura, que va a ser una experiencia larga, quiero hacer todo lo necesario para que tenga un lardo recorrido esta novela, mi tercera novela, pero mi primera en castellano. Hasta el 25, saludos.

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    1. Hola Rafa, la suerte es poder escribirla, va a ser una experiencia inolvidable. Las dos que he escrito hasta ahora me han enseñado mucho, pero esta va a tener hasta el último mimbre en su construcción. Hasta el 25, saludos.

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  10. Sublime. Creo que no se puede escribir este texto sin haberlo vivido previamente.

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    1. Hola José Luis. Lo he vivido con la relación de mi madre con sus nietos, llena de cariño y ternura por todas las partes. En una buena relación de abuelos se esconde una infancia con algo de felicidad. Hasta el 25, saludos.

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  11. Excelente, mi estimado Nel, un relato sentido, lleno de aventuras, travesuras y ese amor maravilloso de los abuelos, el cual acompaño a la joven promesa hasta que el reloj dio su toque final y postrero a la aventura junto al eterno abuelo. Gracias por compartirlo, Nel. Un abrazo!

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  12. Hola Alonso. Creo que es buena traca final para Villapalofrío al que espero volver otra vez algún día. Todo empezó con una necesidad de agrandar mis microrrelatos, de hacerlos crecer y vivir historias más largas. Ahora me dirijo a escribir mi tercera novela sabiendo mucho más y lleno de alegría a la que espero una sincera experiencia de construcción. Te espero el 25, donde voy a darle descanso a mi blog con una poesía. Hasta entonces, saludos.

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