Rashid salía todos los días a jugar con sus amigos a pesar
de la guerra. Jugaban a ser mayores, a matarse, a dejar que el tiempo desfilara
por sus vidas lleno de víctimas familiares. Las metralletas resonaban por sus
bocas depositando a heridos de apego en un país donde es pecado ser mujer o niño.
Van saltando de esquina en esquina, escondiendo sus cuerpos en los burka de la
infancia, simulando batallones de los señores de la guerra que atosigan a la
población. Rashid se sube de repente a un avión americano, dejando que su boca
dispare bombas mientras sus ojos se cierran e inicia una maniobra que lo aleja
de sus amigos. Deja su barrio y se adentra en los lugares prohibidos. Vuela
cada vez más rápido. Su cabeza sueña con una tierra donde las raíces no se
dejen adueñar por la sequía. El camión no lo vío venir.
.
Adivin, en esta crónica que narras uno debe darse cuenta de la suerte que tiene al vivir en un país en el que estas cosas no pasan. Deber ser muy duro levantarse por la mañana y no saber si te acostarás por la noche.
ResponderEliminarMuy bueno, un abrazo.
Muy bueno, también por lo que en él hay de denuncia.
ResponderEliminarUn apunte, yo quitaría la última frase, "Afganistán día a día". No aporta nada nuevo, bien podría ser otro país, día a día. Tiene más fuerza si acaba en "El camión no lo vio venir", zás ahí nos das.
Un saludo indio
Duro y cotidiano. Yo destacaría que los niños juegan a matar. Los niños imitan lo que ven, y si crecen así y nadie lo impide, otro par de generaciones después repetiremos la historia. Con otro nombre, con otras "causas", pero la repetiremos.
ResponderEliminarUna realidad dolorosa y presente.
ResponderEliminarSolemos mirar hacia otro lado, cuando tal vez podemos hacer algo por estas personas que viven en una cosntante lucha diaria y no solo bélica, sino tambien personal.
El miedo en el cuerpo, la incertidumbre y la angustia acompañan a la sequia que permanece en una tierra donde la guerra germina y no parece terminar jamás.
Que tristeza, y cuanta verdad encierran tus palabras.
Me gustó mucho tu denuncia.
Besitos mediterráneos.
Estremecedor, Adidvín.
ResponderEliminarMalos tiempos aquellos en los que la realidad escribe los más terribles micros...
Un abrazo admirado
Las personas que vivimos aquí, en Occidente, jugamos a imaginarnos qué es vivir una realidad como lo que describes. Nos duele, nos asustamos, nuestra intención es buena, pero... mi opinión, mi dolorosa opinión, es que sólo nos imaginamos cómo es pero que no sabemos nada.
ResponderEliminarY sin embargo... cuán importante es ponerse en el lugar de los otros, o al menos intentarlo.
Un beso, Luisa.
Muy potente este micro, Nel, del que destaco el título (muy bien elegido) y esa sensación de cruel realidad que viven los niños en tiempos de guerra.
ResponderEliminarUn abrazo grande.
Precioso micro del día a día de muchos niños en Afganistán. Me recuerda a la fotografía que publiqué en mi serie de Periscopio. Una niña entre la guerra, inmutable, seria, acostumbrada al horror.
ResponderEliminarGracias por hacernos aterrizar a veces del mundo de nuestras fantasías literarias. Por desgracia, esa foto y tu texto no es un mundo soñado.
Hoy, ...sólo hoy: un beso de película !!!.
Muy impactante tu micro, y la foto. No hace mucho también aquí los niños jugaban a matar ¿alguien se acuerda? Yo sí. A nadie se nos debería de olvidar.
ResponderEliminarLos niños siempre sufren en silencio, y son capaces incluso de divertirse inventando juegos a pesar de lo duro de la situación. Muy buen texto que nos hace bajar a la realidad, y que nos deja con una profunda sensación de impotencia...
ResponderEliminarUn abrazo.
Hoy me dejas el corazón arrugadito...Pero te felicito por este maravilloso micro.
ResponderEliminarBesos desde el aire
Bueno, llego con todo dicho. Un micro muy fuerte y contundente. Los niños juegan, pese a todo, juegan.
ResponderEliminarAbrazos
Ha sido como una bofetada que nos despierta del sofá para ver otra realidad.- gracias.
ResponderEliminarEl azar te lleva a nacer en un lugar u otro, en el seno de esta o de aquella familia....cuando recuerdo a estas gentes y a estos niños de tu relato, me da verguenza quejarme.
ResponderEliminarMe ha gustado.
Recibe mi saludo.
Es lo que hay, un camión, una bomba, una bala... la muerte lenta de la enfermedad y la miseria...desigualdad.
ResponderEliminarEso es el mundo por desgracia.
Aterrador, sobre todo por lo real.Final inesperado. Un abrazo
ResponderEliminarLos niños siguen siendo niños. Tristes y manipulados, eso sí... pero niños. Y jugar ala guerra entra dentro de sus planes, sólo que ahí y en tantos otros lugares, la geurra no es un juego, la guerra es real, es el juego de cada día...!
ResponderEliminarMuy buena ladenuncia!
Un abraz!
;)
Fuerte, con un final que no esperaba... nadie esperaba.
ResponderEliminarUn abrazo.
HD
Me gustó, podía escuchar las detonaciones de sus mejillas infladas resoplantes. Sólo al final me quedé pensando si los niños de la guerra en verdad juegan a la guerra.
ResponderEliminarSin mucho más que añadir, y sin palabras.
ResponderEliminarUn abrazo
Octavius Bot
Brutal, ese impacto que recibió el niño y sus sueños es el mismo que nos ha destrozado a nosotros, los lectores, por dentro. Que no pare nunca la denuncia sobre estos temas, hasta que podamos erradicarlo.
ResponderEliminarHe venido cuando casi todo te lo han dicho ya. La muerte, y más la de un niño, siempre duele. Tu relato también.
ResponderEliminarUn abrazo
Qué imágenes tan potentes y estremecedoras, Adivín. Me han impactado esas raíces que buscan dónde arraigar.
ResponderEliminarAbrazos
La infancia nunca exime de la realidad cruenta de un círculo de violencia.
ResponderEliminarEl final, plausible en cualquier escenario, lo encuentro muy bueno.
Un saludo.
Un final inesperado para una vida recién despuntada.
ResponderEliminarSiempre me ha impactado la imagen de estas criaturas que juegan a la guerra.
Un saludo afectuoso.
Potente, Nel, un micro muy potente.
ResponderEliminarLo leo cuando ya has introducido la mejora sugerida por David y no puedo estar más de acuerdo. Ha quedado con un final inesperado, de los que te detienen el corazón.
Gran trabajo, amigo mío.
Un abrazo.
Estupendo micro, con un final de esos que mueven el corazón.
ResponderEliminarFelicidades, una y mil veces.
Besos.
Relato realista. Tan lejos y tan cerca. Juegan a ser mayores, como sus padres y hermanos. Todo juguete bélico termina disparándose. Un grito a la estupidez de los sembradores de odios. Ese camión final no deja de ser su mina antipersonas.
ResponderEliminarMe gustó el micro, tiene un final demoledor!
ResponderEliminarUn abrazo, Adivín
PD. Acabo de enamorarme de Xixón después de ver tus fotos
Plasmas la realidad con tanta maestría que estremece... esos daños colaterales tan inesperados :(
ResponderEliminardos abrazos
Impactante pero cruelmente cierta. Una realidad que mucho pretendemos ignorar girando el rostro.
ResponderEliminarUn abrazo
Hoy, Adivín, tu imaginación es demasiado real, tal vez ese final no sea tan descabellado en un lugar así.
ResponderEliminarAbrazos
La O. con el final. Creo que yo también he chocado contra algo.
ResponderEliminarPero ya venía tristísimo chocando con todo. Cómo somos tan incapaces de ser felices..., y lo peor de no dejar que lo sean los demás.
Saludos, Adivín, saludos, Serafín.