ALBERTO FLECHA

El micro que dejo aquí es uno de esos donde trato de
trabajar el estilo, por eso creo que es de los que más me definen. ¿Cómo llego
a ellos? Sobre todo me dejo llevar por una cantilena interior. Algo así como un
cauce musical por el que discurre la historia, una especie de fluir controlado
de conciencia. A veces parto de una frase, otras de una imagen puntual y
luminosa que no puedo apartar de la cabeza. En éste, en concreto, ni siquiera
tenía idea de quién era el personaje que se revela al final; hasta para mí fue
una agradable sorpresa.
SUMINISTROS
Y saca del mostrador la bandeja para enseñar el género;
un trozo de carne verde, no mucha, sanguinolenta, cortada al tajo de machete.
Vuelan en ochos a su alrededor decenas (centenas) de moscas que brillan como
brillan las pupilas del cliente. Son destellos verdes, azules, amarillos… “¿A
cuánto?” “A seismil” Pues acepta; es caro pero compensa. El dependiente asiente
y toma el cazamariposas más pequeño. Con un añejo movimiento de muñeca enreda
decenas (centenas) de los insectos nerviosos y de allí al frasco. Se aceleran
los movimientos y zumbidos. “Tenga, seismil”. Las manos de la rana que se atiernan
sobre el tesoro y al rato, en la calle, mirándolos al sol. Destellos. Y esa
lengua golosa que pasea de un lento latigazo por la calva.