Entrar en el estudio fue sentirme como una estrella de cine. Un mero oficinista se iba a rodear de auténticas figuras de la interpretación. Les ordenaría las vidas desde mis cuatro paredes: dónde rodaban, con quién, dónde acudían a firmar sus autógrafos,… Pasé por miles de calles habitadas por enormes andamios que las tenían de pie. Vi grandes hangares en los que se escondían casas, hospitales, restaurantes,… Hasta llegar donde me esperaban mis papeles. Justo allí, en una esquina, un hombre bailaba de farola en farola bañado por mangueras de lluvia. No parecían filmarle. Nadie gritaba: ¡Corten! Pero él no paraba de danzar, recorriendo las farolas una a una y volviendo a empezar.
Diez años después, nadie parece saber que hace aquel hombre allí. Ni jefes, ni subalternos, ni pinches conocen la razón de tanto baile bajo la lluvia. Removí archivos. Repasé paso a paso las agendas de actividades del estudio. Bajé a las cloacas de aquel mundo de sueños. No encontré ninguna explicación a tamaña actitud. Ni los sindicatos tenían constancia que hubiera alguna protesta prolongada en el lugar.
Me mandaron tirar papeles viejos. Los revisé antes de hacerlo. Allí encontré una hoja de despido sin firmar. Un actor secundario iba a ser despedido pero nadie se acordó de firmarlo. No paró de recibir nóminas. Ni de ir a trabajar. Y mucho menos de bailar.
Ilustrador: Miguel Jiménez
Entonces, el hombre se quedó eternamente bailando bajo la lluvia... Y esa canción de Frank Sinitra, que tanto me gusta, no hizo más que venírseme a la cabeza a cada palabra leíada :)
ResponderEliminarHola Adivín Serafín, ha sido un enorme placer leer este texto, me ha gustado mucho :)
Un saludo desde Galicia :)
Sinatra no Sinitra por dios! jejeje Sorry :)
ResponderEliminarDesde luego tiene cara de haber bailado suficiente :)
ResponderEliminarTe dejo un regalo en mi blog. Gracias por inspirar y expirar
http://relatosdeandarporcasa.blogspot.com/2010/07/premio-dardo-y-blog-de-oro.html
Tal vez un poco húmedo, pero trabajo a fin de cuentas, y tal y como está la cosa, como para quejarse.
ResponderEliminarAbrazos variados
Es como colarse en la mítica escena cinematográfica y, como dice Ra, Sinatra está presente en la mente de todos cuando leemos tu texto.
ResponderEliminarGracias por compartir esta canción con nuestra memoria.
¡Maravilloso cuento lleno de lluvia, de baile y de felicidad! :]
ResponderEliminar¡mUCHos salUCHos de UCH! :]
Hola Ra. Bienvenida a mi blog. Galicia, tierra querida. Siempre que puedo estoy en ella. A finales de agosto me marcharé un mes para allá. Me ha encantado que te guste mi micro. Visitaré tu blog.
ResponderEliminarBlogsaludos
Hola Anita, recogo tu regalo, que me encanta, y lo guardo en mi corazón. Todos los micros estamos siempre cantando bajo la lluvia, el sol, la luna...
ResponderEliminarBlogsaludos
Y que no falte, Canoso. El baile nos aleja de la tristeza de la que nos inundan los que supuestamente nos mandan.
ResponderEliminarBlogsaludos
Hola Manuel. Gracias a ti por compartir el tiempo de leerme, amigo. No paremos de bailar, no les demos la sensación de que lo estamos pasando mal.
ResponderEliminarBlogsaludos
Hola Héctor. Gracias por tus palabras hacia mi micro. La alegría es la única fuente de riqueza, no la agotemos.
ResponderEliminarBlogsaludos
Pese a la sonrisa que me ha arrancado el sorprendente final, no deja de darme un poco de pena, un hombre olvidado encerrado en un bucle y que en caso de acordarse alguien de él, será para echarlo a la calle… claro que a lo mejor está tan agotado que puede estar deseándolo.
ResponderEliminarAbrazos.
Hola Chula. La vida está llena de gente gris que le da color. Al final, nosotros, los grises, somos los que guardamos en nuestro corazón algo tan difícil como es la amistad.
ResponderEliminarBlogsaludos
Adivín, más que recordarme Bailando bajo la lluvia, me recordó Naranja mecánica.
ResponderEliminarLa tuya una historia merodeando el absurdo.
Saludos.
Hola Jose Manuel. Es una historia bailando lo que haga falta con tal de que pagen.
ResponderEliminarBlogsaludos
Bailar y bailar, bajo la incesante lluvia. Igual que aquella tarde mágica. Tú, maravillosa con aquel vestido de seda y yo ofreciéndote el cobijo de mi paraguas negro. Te acompañé a tu portal y allí el tiempo se paró en aquel beso. Pero la vida no para y te marchaste. Me quedé solo bajo la lluvia, bailando feliz, con el recuerdo de tus labios, suaves y dulces como gotas de lluvia. Por eso sigo bailando cada día, en un baile eterno. Porque cada gota es un beso de sus labios.
ResponderEliminarBesitos de jengibre.
Jengibre, gracias por tu comentario. Hace tiempo que nadie me los hace así.
ResponderEliminarBlogsaludos