Al poco de dejar los lagos de Covadonga, una niebla espesa
apenas nos dejaba ver las marcas de pintura que guiaban al refugio de
Vegarredonda. La escalada entrecortaba su ritmo, hora para beber agua, hora
para buscar las líneas pintadas, hora para echar una parrafada…
El sol nos sorprendió en mitad de una charla. Levantamos nuestras caras al calor de las sombras, acariciando nuestra fría piel y adormilándola. Paula nos esparció crema. En mitad de riscos y vaguadas nos apareció un pueblo que nadie nos dibujó en el mapa. Salieron a recibirnos a las puertas de las casas, saludándonos con sus manos y abrazándonos con sus miradas. Dirigieron nuestros pasos para la casa más alejada. Parecía un palacio, con escudo arrogante en mitad de su entrada. Daban la impresión de esperarnos, con la mesa preparada, la sidra enfriando en el grifo y las viandas colocadas. Entre bocado y bocado, nos hicieron degustar unos bailes, acompañados por músicos e incluso una gaita. Semejaban las fiestas sacramentales de aquel villorio. La noche cayó entre danzas y canciones, sidra y charla. Todo hasta dar con el cuerpo en una dura cama, preparada en el piso de arriba, en una gran sala.
El tedio se apoderó de nuestras almas. Los píes no
intentaron huír en ningún momento del lugar. Días y noches pasaban entre
ensayos de bailes y canciones. Niebla densa de espíritu cansino y ronco.
Estábamos esperando al sol, a los nuevos habitantes de la majada.
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¡Buen trabajo, Adivin!
ResponderEliminarConociendo el terreno -al que solo he subido por carretera, la escalada me queda muy lejos de mis aspiraciones- me ha resultado fácil visualizar.
Si al final estaban en la morada de la muerte, no podían haber elegido un paisaje mejor.
Un abrazo,
Pues a mí el último párrafo me ha hecho acordarme de Hans Castorp, fíjese usted.
ResponderEliminarNo parece un mal sitio para acabar, no.
Saludos.
Solo diré: yo quiero estar ahí...
ResponderEliminarUn abrazo
A mi me recordó a Shangrila( no se si se escribe así) Un lugar de paz en lo más alto del Everest.
ResponderEliminarMe gustó mucho Adivín.
Besos desde el aire
Que bello, me gustaria perderme en un lugar así...
ResponderEliminarCreo que los caserones perdidos en medio de la nada, o en un pueblito diminuto...
Donde dices que estaba el pueblo?? ah,no , que no estaba en el mapa... tendrás que dejar miguitas de pan para que podamos encontrarlo...
Muy bello Adivín... muy bonito.
besitos mil.
Un precioso lugar para esperar la inevitable muerte.
ResponderEliminarUn abrazo.
Me has hecho recordar el precioso verano que he pasado, en tu tierra, y el increíble paisaje que se ve desde Los Lagos de Covadonga. No he conocido otro lugar donde se ponga y se vaya más veces y más rápido la niebla. Besos.
ResponderEliminarNo conozco tu tierra pero puedo imaginarla, lo que describís, su ensueño, se parece a mi provincia.
ResponderEliminarBuen lugar de arribo para los que el destino guste mandar.
Besos!
Grrr... Envidia!!!!!!!
ResponderEliminarApunto para mi próximo viaje, que no sé cuando será, pero será
Besos
Hace mucho tiempo que vivi allí, pero tu micro me ha traído nítidos recuerdos. No es mal lugar para quedarse, no.
ResponderEliminarBesitos
Hace mucho tiempo que vivi allí, pero tu micro me ha traído nítidos recuerdos. No es mal lugar para quedarse, no.
ResponderEliminarBesitos
Me gustó mucho, Adivín. Un micro con un vértigo enorme, como los cuentos que escribía Poe.
ResponderEliminarAbrazos admirados,
PABLO GONZ
Adivin, que bonita. Es una historia que engancha como el pueblo del cual no quieres o no puedes marchar. Me he imaginado esas montañas verdes del norte que debo visitar en cuanto pueda.
ResponderEliminarMe encantado y sobre todo el final. A la espera.
Un saludo grande.
Absolutamente legendario. Me ha recordado a un mundo de terror y fantasía de cuando en mi adolescencia jugaba a rol, en el que había que temer a la niebla, porque no sabías donde puedes acabar. Tú le has dado calidad y calidez a la teoría.
ResponderEliminarNo hay nada más inquietante que un pueblo remoto acompañado de sucesos extraños.
ResponderEliminarSaludos Adivín, seguro que lo recordaré el día que vuelva a Vegarredonda.
Dejar un lugar así es realmente difícil. Habrá que esperar sus mañanas...
ResponderEliminarSaludos muchos, que tengas linda semana, Adivín.
Los pies son sabios.
ResponderEliminarNo tienen sentimientos y saben latín.
Saludos.
De placentero a tenebroso, bruscamente. Así debe ser el paraíso, aldeas esparcidas en mundos paralelos. Gratos recuerdos me traen esos lagos, junto a mi padre.
ResponderEliminarGracias por vuestros comentarios. La verdad es que ultimamente estoy un poco atareado con mis problemas y os tengo un poco abandonados.
ResponderEliminarBlogsaludos
¿y allí acabaron sus días? No parece mal lugar, no.
ResponderEliminarsaludos