Es difícil llegar a centenario en Villapalofrío, sin embargo
ellos dos, además, los cumplen el mismo día y a la misma hora. Las familias lo están
celebrando por todo lo alto pero la de él en la Orilla de Oro, con los ricos, y
la de ella en Villacajón, con los pobres. Allí les dieron a luz y allí recibieron
la primera nalgada. A partir de aquel momento, ambos se precipitaban a un
extraño vaivén de amor y egoísmo.
Ella enseguida notó que había un silencio sepulcral cuando
se hablaba de su pasado, de ese pasado que se extiende a épocas en las que
todavía no había nacido. Sabía cuál era su padre en los malditos papeles, pero
jamás se explicó porque su madre lo conoció dos años después de que ella hubiera
venido a este mundo.
Él, sin embargo, nunca notó nada extraño en su concepción.
Siempre era recibido como el primogénito del matrimonio, aunque su padre
torciera la boca cuando algunas miradas se cruzaban.
Los estudios los realizaron de forma bien distinta: ella en
la escuela del pueblo y de forma breve; él en el mejor colegio de la capital
para pasar luego a la universidad.
Ella, cuando terminó la primaria, empezó a lavar la ropa de
las casas de la Orilla de Oro con su madre. Allí lo conoció a él, el chico más
hermoso que había conocido en su vida y que, para mayor suerte, veraneaba con la
familia tan cerca, pero tan lejos, de ella. Cada día de estío anhelaba la hora
en que aquel mozalbete se dejara ver. Cada suspiro, cada deseo, cada mirada
hacían que le quisiera un poco más sin apenas conocerlo. Los pensamientos se
agolpaban adivinando cómo sería aquella persona maravillosa.
Él no la vio hasta que los dos tenían dieciséis años. Su
figura de eróticas curvas y rostro poético le hicieron ansiar tener sexo con
ella. Empezó su galanteo hacia aquella pobre chica poseedora de algo que él deseaba:
“un nuevo chocho para su colección”.
Ella se dejaba querer, el fingía quererla. Una noche, en las fiestas de la
villa, se encontraron en el prado de la orquesta y bailaron algunos temas todo
lo apretados que pudieron. Él, después, la invitó a pasear por la Orilla de Oro donde
le enseñaría su sitio secreto. La conversación se convirtió en besos y los
besos en sexo. Ella lo amo, él la poseyó. Desde aquella noche la distancia se
arremolinó entre ellos con y sin consentimiento. Ella buscándolo y él huyendo.
Una ley muy restrictiva del aborto la obligó a tener el fruto
de aquella noche de trampa con esencia de amor. Un niño, hecho como ella de
silencio, vino a este mundo a mostrar la suma de dos bellezas pero el corazón
de una de ellas: su madre. Desde la cuna aprendió a dar cariño y a ser la
alegría de todo el que lo rodeara. Buena maestra le tocó en suerte.
Él se casó con uno de los apellidos más ilustres de la
capital. Del matrimonio vino un solo fruto egoísta y mal criado como ellos.
Enseguida padre y madre hicieron sus vidas por separado y él se abalanzó sobre
cada hombre y mujer que se aproximará a una cama.
Ella trabajó toda su vida para sacar adelante a hijos,
nietos, biznietos y algún tataranieto.
El esfuerzo se vio recompensado con una vida de adoración, todos le daban el
amor que él le negó. Todos la agasajaron con su fervor.
Él fue un hombre de negocios con éxitos muy sonados. Esos
éxitos que no tuvo con su hijo mimado que hundió todo lo que su padre sacó
adelante. Acabó sus días viviendo en la casa de verano de Villapalofrío con una
estupenda jubilación pero alejado de la riqueza de antaño.
Hoy, el día de sus cumpleaños, ella aún sigue sintiendo como
su corazón se agita cuando lo ve o piensa en él. Sin embargo, él aún no conoce lo
que significa la palabra amor.
A partir de esta entrada, el blog cambia sus formas. La poesía y la prosa poética se publicará en mi otro blog Deseo Indigno. Éste se dedicará a publicar historias narradas sin prisa, con libertad, donde no se contarán las palabras para que sea micro o un relato. Cada ficción va a ser libre para fluir, sin encorsetarla en el numero de palabras. A partir de hoy aparecerán los 1 y 15 de cada mes gestas de Villapalofrío, una villa donde la vida va a dar vueltas sin parar. Espero que os guste.
.
Pues sr. Morán, habrá que seguirlo en los dos blog, me gusta la idea de dejarse llevar y arrastrar la barra de navegación hasta las antípodas si hace falta para leerle completo. Un abrazo
ResponderEliminarSr.Morán, muy bien narrada aunque en exceso polarizados los resultados de la pareja, impregnado con cierta atmósfera de telenovela.
ResponderEliminarPues aquí estaré Nel, cada 1 y 15 de mes.
ResponderEliminarLa historia que nos traes hoy es la de nunca acabar, aunque con otras connotaciones, sigue pasando. Qué duda cabe, los ingredientes elegidos, el amor, el sexo, el dinero... son un filón en la literatura.
Ameno y bien narrado.
Un abrazo.
Habrá que estar atenta a las vicisitudes de la villa :)
ResponderEliminarun abrazo
Buena propuesta, me gusta. Felicidades por el blog, te seguiré leyendo. Un saludazo
ResponderEliminarEn la villa de la tierra, los textos sin límites acogerán sucesos.
ResponderEliminarEn los centenarios la vida, les dio realidades diferentes. Para cosechar frutos opuestos.
O similares.
Como la idea, que te felicito, de tener un blog de poesía, y otro de prosa.
Un cordial saludo.
A mí me encantó el relato. Seguí su lectura con verdadero interés porque refleja muy bien dos vidas dispares. Y como el dinero puede ser sinónimo de éxito pero no de felicidad y cariño. Y esto sucede muy amenudo.
ResponderEliminarEstupendo, Nel.
Besines.
ESTUPENDO RELATO, DENTRO DE LA TRISTEZA Y LA SOLEDAD
ResponderEliminarABRAZOS
Muy buen relato con una historia muy grande donde el amor hace vacilar a los personajes.
ResponderEliminarun abrazo
fus
Una historia con dos cauces que se cruzan pero no se unen. Lo que son los signos del zodiaco, dos vidas tan distintas. Has trazado una buena historia que ahora puedes rellenar durante doscientos años. En fin, Nel, una historia conocida sobre todo en aquellos pueblos de hace unos años. Nos leemos.
ResponderEliminarGracias a todos por vuestros comentarios. Por ellos me animo a seguir y de ellos aprendo siempre algo. Saludos.
ResponderEliminar