Hace más de treínta años que paro por este café. Lo escogí a
suertes: en la calle había cuatro cafés y solo él tenía un gato, la cosa fue
sencilla. Lo que pedí aquel día no fue a suertes, mi bolso estaba arrascado y
tuve que conformarme con un pincho de chorizo y un vaso de agua del grifo. El
silencio de la mañana me dejó estudiar mi examen e hizo que mi experiencia se
repitiera muchas veces.
Ella llegó sin darme cuenta, se sentó enfrente de mi sitio y
pidió un vaso de agua del grifo y una tapa de aceitunas. La risa nos comunicó
al uno con el otro aquella mañana, por lo que saludarla fue fácil a partir de
entonces. Hablar después del saludo tardó alguna semana que otra y guardarle el
sitio, sin embargo, fue un suspiro. Con el tiempo se convirtió en mi mujer.
Las mañanas se transformaron en tardes y el café se llenó
del bullicio de clientes más charlatanes. Llegó mi primer trabajo en un
rotativo local y, al poco, a ella la llamaron para una firma de abogados
principiante. Casarse estaba cantado y con ello llegaron tres niños que el café
se aseguró de cuidar por las tardes.
Las canas mejoraron mi trabajo, convirtiéndome en un
escritor de renombre, y los camareros empezaron a llamarme señor Riquelme, muy
a mi pesar. Los premios llegaron uno tras otro, y al señor se le juntó el Don.
La gente presumía de saludarme y la competición de quién me conoció mucho antes
se abrió entre ellos.
La vida se doblegó a estar tan cansada como mis ojos. La
calma dio paso a la pereza de mis oídos. Seguía dedicándole mi tiempo a mi
café, o quizás era él quién me lo dedicaba a mí. Ahora, cuando más lo
necesitaba, apaga sus luces, sus risas, sus compañías. Me deja solo, sin su
puerta giratoria, sin su vida, sin mi vida.
.
Qué melancolía cuando algo que consideras un trozo más de tu vida desaparece.
ResponderEliminarUn beso
Es un homenaje triste y hermoso a tantos lugares que están cerrando y que formaron parte de nuestra biografía, quizá sin que fuéramos tan conscientes como el protagonista de tu historia. Hace poco asistí a una conferencia en la que una escritora de renombre habló precisamente de la fisonomía perdida de Barcelona, y la contrastó con Londres, donde parece que no han cerrado tantos locales. Es un buen tema, esa sensación de pérdida... ambiental (?).
ResponderEliminarAbrazos nostálgicos.
Me alegra tu vuelta Adivín!!!
ResponderEliminarEl texto destila melancolía, me ha gustado mucho.
Besos desde el aire
Qué suerte encontrarte otra vez en la blogesfera, Adivín!!!
ResponderEliminarTu cuento es uno gota de miel mas una lágrima. como siempre sucede con la melancolía. Hermoso texto!
Un beso
Hay lugares que forman parte esencial de nuestra vida. Su desaparición nos causa tristeza y nos deja un vacío que ningún otro lugar podrá llenar jamás.
ResponderEliminarUn abrazo, Nel.
La vida pasa en cuatro cafés. Cuando te quieres dar cuenta ni puedes tomar cafeína, ni azúcar, ni lactosa. Maravillosa esta historia del escritor. Cualquier escritor que se precie tiene un Café donde empezó quizás a escribir sus primeras líneas, ¿quizás en una servilleta?. Me ha encantado Adivín. Un final melancólico.
ResponderEliminarUna historia narrada con sensibilidad, con una voz llena de añoranza de los tiempos felices, como de queja por la fuga de la vida.
ResponderEliminarConmovedora, llena de cariño por esa ancla en la que se convirtió el café.
Ha sido un placer leerte, amigo.
Un fuerte abrazo.
Cuando has estado toda una vida disfrutando de algo (lugar, paisaje, etc.) y se pierde es un gran trauma. Sospecho en tu relato algo de realidad referente a un viejo café que convertiran en tienda de ropas. Lo que más me ha gustado es esa elipse que haces en "las mañanas se transformaron en tardes", y ese paralelismo con el cerrar al final.
ResponderEliminarAsí sucede cuando damos vuelta atrás en el tiempo, dicen que siempre se regresa al nido aunque esté vacío pero no se olvida.
ResponderEliminarLindo y melancólico relato.
Saludos Adivin, Bienvenido.
Me has hecho recordar otro café, con la ventana sobre la calzada, muy cerca del mar.
ResponderEliminarAhora cuando paso intento no mirar las puertas blindadas de la sucursal bancaria que ocupa el sitio.
La ventana está tapiada, supongo que la luz no pueden encerrarla en la caja fuerte, afortunadamente.
Mil saludos.
¿Y qué fue de ella?. Yo creo que no aguantaría eso de ser tan reconocido, me incomodaría infinitamente. Menos mal que no se dará el caso.
ResponderEliminarSabes? creo que le encuentro muchas lecturas a tu texto...
ResponderEliminarTal vez no todas sean acertadas, pero al menos hay algo que es un acierto seguro, y es que si has conseguido destilar varias interpretaciones es seguro que el texto es bueno..muy bueno..
y no porque yo lo interprete de distintos modos, (que yo no soy nadie, y menos intérprete) pero es cierto que hay textos que se pueden leer de distintos modos, y eso alguien dijo un dia que era literatura...
Así que.. esto, es literatura en estado puro...
Te cuento además alguna de mis interpretaciones...
Por un lado un lugar que nos ha visto crecer en nuestros mejores momentos, o que nos ha visto formarnos a nosotros mismos, en la evolución de nuestra vida...
Segundo... un lugar que forma parte de tu vida y que cierra sus puertas a pesar de ser algo fundamental en nuestro dia a dia...
Tercera... como un lugar que nos llena de paz y vida, por el silencio que destila, puede , por acontecimientos de la vida convertirse en un colador de dolores de cabeza, bullicio y ausencia de tranquilidad... (muy a nuestro pesar..) lo cual me enlaza con la añoranza de esos dias de tranquilidad a pesar de que como en el relato se cuenta llegue la fama...
Es importante la fama y el reconocimiento?
No es mejor la intimidad y la calma?
¿Qué preferimos en un momento determinado de nuestra vida?
Bueno... esas son algunas de mis interpretaciones...
Igual me he pasado un poco, pero queria que supieras que la entrada me gustó muchisimo...
Un besito grandote... desde el mediterráneo.
PD: perdona por tardar tanto en entrar...
Me alegra mucho leerte de nuevo Adivín y además con este relato tan nostalgico y maravilloso.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho ese paralelismo entre la vida y un lugar y esa nostalgia que destila todo el texto.
Precioso, de verdad.
Besitos
Que tristeza produce el cierre de esos lugares que son algo para nosotros. Hermoso. Un abrazo
ResponderEliminarToda una historia.
ResponderEliminarUna preciosa y profunda historia.
Un abrazo, Adivín.
Hola Adivín.
ResponderEliminarUn relato precioso y lleno de nostalgia.
Aquellos cafés de antaño, esos que invitaban a la tertulia y el diálogo... Que pena que ya apenas queden de esos en nuestras ciudades... Pero es lo que hay... el mundo se ha convertido en un lugar frío y gris...
Besitos de jengibre.
Precioso, Adivin. Una historia estupenda de principio a fin. La puerta giratoria me suena, tanto como las escobillas que barren el arco de la circunferencia.
ResponderEliminarSaludos.
Encantada de leer en las paredes de un lugar con mucho encanto. Hay un sitio que conozco, que también me conoce a mí, y que se parece mucho a ese que describes. Puede que todos tengamos un lugar que nos vio madurar, crecer y reconfortarnos con nosotros mismos. Tus frases me han hecho ver mi lugar ,y un escritor que hace "ver a un lector", se merece un
ResponderEliminaraplauso.
Un gran saludo.
Una historia sensible que te trae nuevamente. Un placer.
ResponderEliminarUn gran abrazo.
HD
Estimado amigo, la crisis y la modernidad nos pasan por encima como una apisonadora. He visto desaparecer un par de 'maravillas' como la protagonista del relato.
ResponderEliminarabrazos, dos
Hola, entro a verte por primera vez, volveré de seguido. Una entrada llena de melancolía y recuerdos. Un abrazo.
ResponderEliminarUn placer leerte de nuevo.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho este texto, me ha llevado de la mano por un montón de sensaciones y sentimientos que, en un momento u otro de nuestras vidas, se nos hacen comunes.
Y la melancolía que lo impregna...!
Un aplauso sincero!
Besos.
;)
Jolín Adivín, que micro mas sencillo y a la vez tan profundo, no sé, creo que todos nos podemos identificar con esos minutos personales con el café. A mi personalmente me encantan. Es la mejor parte del día. TEmprano, con tu café, meditas la vida, tu vida.
ResponderEliminarUn besazo
He entrado por primera vez a tu blog. Este relato me ha encantado por la forma de concretar en un escenario el paso del tiempo, de una manera tan grata.
ResponderEliminarUn saludo.
Pienso que todo tiene su final, nada dura para siempre.
ResponderEliminarPd: Te invito a que visites mi blog de cine, ahí también publico cuentos.